
Se puede decir que hasta 1950 la
enseñanza se consideraba una forma de ascenso social. Aquel que conseguía
superar el examen de reválida del final del bachillerato entraba a formar parte
de la élite social y académica del país. La instrucción era la forma, por todos
aceptada, de romper con las barreras sociales.
A partir de 1950, la rápida
industrialización del país exigió una mano de obra más especializada, se
planteó entonces la necesidad de ampliar la enseñanza a un mayor número de
ciudadanos.
La extensión del sistema escolar debía
respetar los principios de igualdad y libertad, era preciso un modelo nuevo de
escuela democrática, escuela que debía dar a todos los ciudadanos las mismas
oportunidades.
A partir de ese momento resulta bastante fácil comprender
las situaciones a las que condujo el nuevo sistema. El igualitarismo
intelectual que, por una parte, lleva a un descenso en el nivel de
conocimientos, a la eliminación de los obstáculos, al embrutecimiento gradual
de los profesores, exige, por otro lado, no sólo que la administración
educativa y el cuerpo docente sea una misma cosa sino que, además, se generen
ciertos mecanismos de autoprotección, como son la simulación , la falta de
evaluación o la eliminación del fracaso escolar.
A parte de estas ventajas, también es un proyecto del
gobierno a largo plazo ya que cuanta más gente formada haya disponible mayor
será la competividad, demanda y ventaja sobre países vecinos habrá.
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